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jueves, 10 de octubre de 2024

La escritora surcoreana Han Kang gana el premio Nobel de Literatura 2024.


Lara Gómez Ruiz


Su nombre no lideraba los rankings de las quinielas del Nobel de Literatura. ¿A caso nadie cercano a la Academia Sueca ha querido apostar este año para mantener el factor sorpresa? De todas formas, que Han Kang no apareciera en ningún titular hasta ayer al mediodía no impidió que la escritora surcoreana ganara el que está considerado el galardón literario más prestigioso del mundo, dotado con once millones de coronas suecas, unos 968.000 euros al cambio.

“Estoy sorprendida y honrada. Me gustaría tomarme un té con mi hijo. Lo celebraré de manera tranquila. No será un día fácil para mí”, reconoció la premiada en unos vídeos que difundió la Fundación Nobel en su cuenta de X, en los que también especificó que se permitiría por un día no trabajar y solo leer y pasear.


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A la editora y directora de la librería Ona Pau Claris le cuesta imaginar a Kang teniendo un día de completo descanso. La conoce bien. Cuando alguna vez ha venido a Barcelona, la autora ha cenado en su casa. Al final, fue Batallé decidió editarla por primera vez, en catalán y castellano, en el sello Rata. “La descubrí en la feria de Frankfurt gracias a la veterana agente literaria Barbara J. Zitwer, que me dio fotocopias de La vegetariana. Terminé de leer todo esa misma noche. Me quedé fascinada. Tanto, que al día siguiente compré los derechos de la novela y, también, de Actos humanos, que no leí, pero tenía el presentimiento de que no me dejaría indiferente, como más tarde he confirmado”.

Tampoco dejó indiferente al jurado, que ha destacado “su intensa prosa poética, que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, así como su capacidad para confrontar ”traumas históricos y conjuntos de reglas invisibles“. La Academia ha subrayado también que la autora ”tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una innovadora de la prosa contemporánea”. Nacida en 1970 en Gwangju, se mudó con su familia a Seúl cuatro meses antes de que se produjera la matanza que narra en Actos humanos (Rata). Tenía solo nueve años, pero eso no impidió que entendiera la situación y que tanto ella como su círculo arrastraran una culpa del superviviente “difícil de gestionar”. El motivo de esa mudanza fue que su padre, el novelista Han Seung-won, decidió dedicarse por completo a la escritura y pensó que tendría más oportunidades en la gran ciudad. Las letras, por tanto, le vienen de cuna a la nueva Nobel, aunque también se ha dedicado a la música y al arte, lo que se refleja en toda su producción literaria. Un ejemplo de ello es el libro Your cold hands (2002), en el que reproduce un manuscrito dejado por un escultor desaparecido que está obsesionado con hacer moldes de yeso de cuerpos femeninos.Aunque si una obra es conocida de la surcoreana es La vegetariana (Random House/La Magrana), con la que ganó el Booker Internacional en 2016. Narra la historia de Yeonghye, una esposa diligente y discreta hasta que empieza a tener unas pesadillas brutales y sanguinarias que le invitan a deshacerse de toda la carne del frigorífico. Consecuencia de ello, impondrá en casa una dieta exclusivamente vegetariana que su marido no tiene más remedio que aceptar. Un primer acto subversivo seguido de muchos otros que la llevarán a la búsqueda de una existencia más pura, despojada y cercana a la vida vegetal.

El jurado ha destacado “su intensa prosa poética, que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”

Pese a que esta fue la obra que la catapultó a la fama, cabe decir que la autora lleva inmersa en el mundo de las letras desde 1993, cuando publicó varios poemas en la revista surcoreana Literatura y sociedad. Su debut en prosa se produjo dos años más tarde con la colección de cuentos Yeosus love (El amor de Yeosu), que no está traducida al castellano, pero que profundiza en la soledad intrínseca, la dureza de la vida y la pérdida de existencia. Temas que abordará en gran parte de sus novelas y poemas. “Yo empecé escribiendo poesía y eso hizo que concibiera la literatura como un proceso que ha de pasar por el filtro de la propia experiencia”.

Su novela más reciente es La clase de griego (Random House/La Magrana), en la que se entremezclan Jorge Luis Borges, Platón y el budismo para reflexionar sobre el poder y los límites del lenguaje, la realidad y la ilusión y la posibilidad de un encuentro entre humanos más allá de las palabras o la imagen.

Hasta la fecha, se han entregado 117 premios Nobel en esta categoría. El último fue para el escritor y dramaturgo noruego Jon Fosse, de quien se destacó “sus obras de teatro innovadoras y su prosa, que da voz a lo indecible”. En la historia de estos galardones, 11 han ido a parar a manos de escritores en lengua española y únicamente 18 han sido para mujeres, como la premiada de este año o la francesa Annie Ernaux, ganadora en 2022. Antes, recibieron este acontecimiento el tanzano Abdulrazak Gurnah (2021), la estadounidense Louise Glück (2020), el austriaco Peter Handke (2019) y la polaca Olga Tokarczuk (2018).

El premio del 2018 se falló al año siguiente, pues el Nobel de Literatura se tuvo que suspender por un escándalo  que provocó la dimisión de varios miembros del jurado. Se trata del caso de Jean-Claude Arnault, marido de una académica, que abusó de su poder, violó y acosó a varias mujeres, consiguió fondos de la Fundación Nobel, filtró nombres de ganadores y presuntamente se enriqueció apostando por el ganador.

Siguiendo la tradición, el Nobel de Literatura se anuncia siempre el primer o segundo jueves de octubre. Esta semana se ha concedido el de Medicina a los estadounidenses Victor Ambros y Gary Ruvkun por descubrir el micro-ARN; el de Física, a John Hopfield y Geoffrey Hinton por el desarrollo de las redes neuronales artificiales en las que se basa la actual revolución de la inteligencia artificial; y el de Química, a Demis Hassabis, John Jumper y David Baker por haber revolucionado la investigación sobre proteínas con técnicas de biología computacional. En los próximos días se darán a conocer los premiados de Paz (viernes 11) y Economía (lunes 14). Todos ellos recibirán el galardón en una ceremonia que se celebrará, como cada año, el 10 de diciembre en Estocolmo (Suecia), coincidiendo con la fecha en que murió Alfred Nobel.

 

Lara Gómez Ruiz.


Premio Nobel de Física 2024 a John Hopfield y Geoffrey Hinton por poner las bases de la inteligencia artificial

La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha concedido este martes el Nobel de Física a John J. Hopfield y Geoffrey E. Hinton “por descubrimientos e invenciones fundamentales que permiten el aprendizaje automático con redes neuronales artificiales”. La versión corta del entrecomillado es que las aportaciones de ambos han sido claves para el llamado machine learning, los distintos métodos por los que las máquinas aprenden. De hecho, al británico Hinton se le conoce como el padrino de la Inteligencia Artificial (IA). Por su parte, el estadounidense Hopfield fue uno de los primeros en idear una red neuronal artificial.

Los dos Premios Nobel de Física de este año se apoyaron en herramientas de la propia física para desarrollar métodos que son la base del aprendizaje automático de máquinas. Hopfield creó una memoria asociativa ya en 1982 que podía almacenar y reconstruir imágenes y otros tipos de patrones en los datos. Por su parte, Hinton inventó un método que permite a una máquina encontrar propiedades en los datos de forma autónoma y, por lo tanto, realizar tareas como identificar elementos específicos en imágenes. Su obsesión fue siempre estudiar cómo funciona el cerebro para tratar de replicar esos mecanismos en los ordenadores, acuñando ya en 1972 el concepto de red neuronal.


Ilustración de los dos premiados, John J. Hopfield y Geoffrey E. Hinton


Una de estas redes lleva el nombre de Hopfield, su creador. La red Hopfield usa la parte de la física que describe las características de un material debido a su espín, una propiedad que convierte a cada átomo en un pequeño imán. La red en su conjunto equivaldría a la energía en el sistema de espín encontrado en la física. Su entrenamiento se basa en encontrar valores para las conexiones entre los distintos nodos, de modo que las imágenes guardadas tengan baja energía. Cuando el sistema recibe una imagen distorsionada o incompleta, trabaja metódicamente a través de los nodos, actualiza sus valores. De este modo, la red trabaja paso a paso para encontrar la imagen guardada que se parezca más a la imagen imperfecta con la que se la alimentó.

Pionero de la inteligencia artificial, Geoffrey Hinton ha recibido su Nobel cuando dedica más tiempo a alertar sobre los peligros de la IA que a su desarrollo. En la imagen, durante una conferencia en la Thomson Reuters Financial and Risk Summit celebrada en Toronto, Canadá, en diciembre de 2017.
Pionero de la inteligencia artificial, Geoffrey Hinton ha recibido su Nobel cuando dedica más tiempo a alertar sobre los peligros de la IA que a su desarrollo. En la imagen, durante una conferencia en la Thomson Reuters Financial and Risk Summit celebrada en Toronto, Canadá, en diciembre de 2017.MARK BLINCH (REUTERS)

Por su parte, Hinton usó la red de Hopfield como base para una nueva que utiliza un método diferente: la llamada máquina de Boltzmann, que puede aprender a reconocer elementos característicos en un tipo determinado de datos. Fue uno de los primeros tipos de redes neuronales capaces de aprender mediante representaciones internas. El laureado británco también se apoyó en la física, en este caso herramientas de la física estadística, la ciencia de los sistemas construidos a partir de muchos componentes similares. Su máquina se entrena alimentándola con ejemplos que es muy probable que surjan cuando se la ejecuta. La máquina de Boltzmann se puede utilizar para clasificar imágenes o crear nuevos ejemplos del tipo de patrón en el que se la entrenó. Hinton y Hopfield están en la base del explosivo desarrollo actual del aprendizaje automático.

De padre de la IA a su vigilante

Hinton ya había recibido grandes reconocimientos. En 2017, la Fundación BBVA le concedió el galardón Fronteras del Conocimiento de Tecnologías de la Información y la Comunicación. En 2018 le otorgaron el premio Turing, considerado el oficioso Nobel de informática, junto a otros dos colegas. Y ya en 2022, junto a los colegas Yann LeCun, Yoshua Bengio y Demis Hassabis, recibió el Princesa de Asturias por sus aportaciones al desarrollo de las redes neuronales artificiales.

Sin embargo, en 2023 abandonó la primera línea de investigación, era hasta entonces vicepresidente de ingeniería de Google, para alertar sobre el reverso tenebroso de la IA. En una entrevista a EL PAÍS, el científico británico citaba algunos de sus peligros: “La generación de noticias falsas ya está causando grandes divisiones en la sociedad. La eliminación de ciertos tipos de trabajo tendrá un impacto en el empleo. Aumentará la disparidad de riqueza entre los ricos y los pobres. Esos son algunos de los peligros inminentes, aunque yo no me centro en esos, sino en otro de carácter existencial”, decía. Y completaba con la parte más inquietante de su respuesta: “Hace poco me di cuenta de que el tipo de inteligencia digital que estamos desarrollando podría ser una forma de inteligencia mejor que la de los cerebros biológicos”.

Pablo Haya, investigador del Laboratorio de Lingüística Informática de la Universidad Autónoma de Madrid y director del área de Business & Language Analytics (BLA) del Instituto de Ingeniería del Conocimiento, dice que “este Premio Nobel representa un reconocimiento excepcional a la investigación fundamental en aprendizaje automático y, específicamente, a las técnicas de redes neuronales y aprendizaje profundo (deep learning, en inglés), que constituyen la base de sistemas de inteligencia artificial como ChatGPT”. En declaraciones a SMC España, Haya considera que “este premio va más allá del mérito de los individuos galardonados, reconociendo a toda una comunidad científica que comenzó su labor hace más de medio siglo”.

Por su parte, Maite Martín, catedrática del departamento de informática de la universidad de Jaén destaca que el Nobel para Hinton y Hopfield “es un reconocimiento a dos figuras clave en el desarrollo de la inteligencia artificial moderna, ya que son pioneros y precursores de las redes neuronales artificiales, que constituyen la base del aprendizaje automático actual, como el deep learning o los transformers”. Sus descubrimientos han transformado todas las áreas de la IA, “desde el procesamiento de imágenes y la ciencia de datos, hasta el procesamiento del lenguaje natural, con avances que ya impactan en nuestra vida cotidiana. Un claro ejemplo de su impacto son los asistentes virtuales como Siri o Alexa, y los traductores automáticos, que millones de personas usan a diario”, justifica. “Por otro lado, en áreas más especializadas, encontramos aplicaciones como la medicina personalizada o los sistemas avanzados para la detección y mitigación de discursos de odio, que también están haciendo uso de las tecnologías en las que fueron pioneros”, termina.

En 2023, los premiados fueron la francesa Anne L’Huillier, el también galo Pierre Agostini y el húngaro Ferenc Krausz. La Academia les reconoció el desarrollo de nuevas herramientas para medir y observar la materia más minúscula en movimiento. El jurado destacó entonces que los tres premiados habían creado pulsos de luz extremadamente cortos, que se pueden utilizar para medir o fotografiar los fugaces procesos en los que los electrones se mueven. Son eventos que ocurren en attosegundos, trillonésimas partes de un segundo: la escala de tiempo más breve captada por el ser humano.

El Premio Nobel de Física se ha concedido 117 veces a 225 premios Nobel entre 1901 y 2023. John Bardeen es el único galardonado que ha recibido el Premio Nobel de Física dos veces, en 1956 y 1972. L’Huillier, profesora de la Universidad de Lund (Suecia), es la quinta mujer que gana el Nobel de Física desde 1901. Hubo dos premiadas en todo el siglo XX, una de ellas, Marie Curie, por partida doble (el de Física en 1903 y el de Química en 1911) y tres en lo que va de siglo XXI. El galardón está dotado con 11 millones de coronas suecas, unos 950.000 euros.


Miguel Ángel Criado.

Nobel de Química 2024 a David Baker, Demis Hassabis y John Jumper por revelar los secretos de las proteínas con IA y computación.

Nobel de Química 2024 a David Baker, Demis Hassabis y John Jumper por revelar los secretos de las proteínas con IA y computación

La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha otorgado este miércoles el Premio Nobel de Química 2024, con una mitad a David Baker por “el diseño de proteínas con computación” y la otra mitad conjuntamente a Demis Hassabis y John Jumper por “la predicción de la estructura de las proteínas mediante el uso de inteligencia artificial”. El comité que ha otorgado el galardón ha destacado las potenciales aplicaciones de sus logros científicos en numerosos procesos en los que están implicadas las proteínas, desde el desarrollo más rápido de vacunas al descubrimiento de nuevos nanomateriales, pasando por el diseño de fármacos dirigidos para tratar el cáncer o la evolución hacia una industria química más verde. Para dar una idea del nuevo universo que abren a la ciencia los avances de Baker, Hassabis y Jumper, el presidente del comité, Heiner Linke, señaló que “si queríamos entender cómo funcionan las proteínas, primero había que saber qué aspecto tienen” e incidió en los grandes beneficios para la humanidad que traerá ese conocimiento.
El británico Demis Hassabis (Londres, 1976) y el estadounidense John Jumper (Little Rock, 1985) han utilizado con éxito la inteligencia artificial acelerar una carrera científica que llevaba medio siglo abierta, desde la empresa Google Deepmind de la que Hassabis es el consejero delegado. Con su modelo de inteligencia artificial AlphaFold2, presentado en 2020, han logrado predecir la estructura tridimensional de casi todas las proteínas identificadas hasta la fecha —unos 200 millones—, partiendo únicamente de la secuencia de aminoácidos que forma su cadena. Estas larguísimas cadenas se pliegan en formas tremendamente complejas, que determinan la función y actividad biológica de las proteínas, y predecir esas estructuras era un reto pendiente de la ciencia desde los años 1970.

David Baker, Demis Hassabis y John Jumper, Nobel de Química 2024
El estadounidense David Baker (Seattle, 1962) ha aprendido a dominar los denominados bloques de construcción de la vida —los 20 aminoácidos— y a crear proteínas completamente nuevas que no existían en la naturaleza. Lo logró por primera vez en 2003 y, desde entonces, la imaginativa cocina de su grupo de investigación en el departamento de bioquímica de la Universidad de Washington ha diseñado proteínas a la carta, para usarlas como medicamentos, como nuevas vacunas —con éxito ya en modelos animales— o como diminutos sensores —que permiten, por ejemplo, detectar la presencia de la droga fentanilo en el ambiente. Tras ser felicitado por el comité de los Nobel que le ha otorgado el premio, Baker declaró sentirse muy “emocionado y honrado” y agradeció a los investigadores que le precedieron y acompañaron en su campo, citando la clásica frase que escribió en 1675 Isaac Newton: “Si he visto más lejos, ha sido subiéndome a hombros de gigantes”.

Para su descubrimiento, Baker desarrolló en su día una herramienta de computación llamada Rosetta, y hoy ha agradecido las contribuciones de los galardonados ayer con el Nobel de Física —por sus desarrollos para el aprendizaje automático con redes neuronales— como fundamentales para hacer realidad la predicción de la estructura de proteínas con IA, por la que Hassabis y Jumper se han llevado la otra mitad del Nobel de Química. Los tres nuevos nobeles de Química compartieron también en 2023 el premio Fronteras del Conocimiento, que otorga la Fundación BBVA, en la categoría de Biología y Biomedicina. Demis Hassabis y Geoffrey Hinton —nuevo Nobel de Física— fueron también dos de los cuatro galardonados en 2022 con el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica, “por sus desarrollos de redes neuronales fundamentales en todos los campos de la ciencia y la tecnología”.

La primera IA que revoluciona la ciencia: beneficios y riesgos

En una conferencia de prensa ofrecida por Google DeepMind, tanto Demis Hassabis como John Jumper expresaron su “increíble emoción y honor” porque la Academia Sueca haya reconocido las investigaciones a las que han dedicado su carrera científica. “La tarea de mi vida ha sido buscar aplicaciones de la inteligencia artificial que mejoren la vida de las personas y, en concreto, que aceleren los descubrimientos científicos”, declaró Hassabis, recordando cómo su interés de niño en el ajedrez y los ordenadores le llevó a desarrollar AlphaGo, una IA que derrotó en 2016 al campeón del mundo de go, un juego de tablero cuya complejidad de movimientos posibles supera a la del ajedrez.

AlphaGo fue el primer gran éxito de la compañía DeepMind, cofundada por Hassabis en 2010 y adquirida por Google en 2014, y sentó las bases de AlphaFold, la primera herramienta de inteligencia artificial que ha revolucionado la investigación científica. Hassabis hizo una reflexión general sobre la IA, horas después de conocer que había recibido el Nobel de Química por la aplicación de esa tecnología al estudio de las proteínas: “La inteligencia artificial es quizás la tecnología más poderosa que ha tenido la humanidad. Va a afectar a todos los ámbitos de nuestra vida y, con respecto a su uso, me defino como optimista cauto: tiene un enorme potencial para aplicaciones beneficiosas, pero también podrá usarse para hacer daño. Esto nos puede crear problemas sin precedentes y necesitaremos afrontar los riesgos de la IA”, afirmó el científico computacional, quien aprovechó la ocasión para pedir cooperación internacional para estar preparados para el reto que supondrá “la siguiente generación de herramientas de IA, que llegará en 10 años o así: tendrán más riesgos y habrá que estar más preparados. Vamos en la dirección correcta con las cautelas actuales, pero tenemos que ir más rápido”.

En la misma comparecencia, el también premiado John Jumper destacó que el secreto de que AlphaFold haya resuelto el problema de la estructura de las proteínas es que “la inteligencia artificial es increíblemente buena desentrañando patrones que las personas no podemos ver. Pero eso no se consigue ‘con solo darle al botón de la IA’. El desarrollo de AlphaFold ha sido un proceso iterativo muy complejo, desarrollado durante años por un grandísimo equipo y el premio reconoce el potencial de la biología computacional”. Para Jumper, la clave es que estas herramientas nos ayudarán a entender mejor las enfermedades y, sobre todo, a hacerlo mucho más rápido. Su colega Hassabis reconoció que, en esta nueva era científica que se abre, “tendremos que ser cautos: seguir usando los procedimientos científicos adecuados y, además, asegurarnos que entendemos estos sistemas y que podemos controlarlos”.

Limitaciones y transparencia de doble filo

José Antonio Márquez, investigador del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), ha manifiestado su satisfacción por “un premio Nobel muy merecido y que se ha otorgado muy poco tiempo después de que se lograran los avances ahora reconocidos”. Pero para Márquez, que trabaja dilucidando estructuras de proteínas del sincrotrón del EMBL en Grenoble (Francia), esta rapidez no ha sido ninguna sorpresa. “Este premio era algo que esperábamos, porque la comunidad científica ha absorbido en muy poco tiempo esos avances. Todos los laboratorios aplican ahora esa metodología por defecto: gracias a AlphaFold, conocer la estructura más probable de una proteína lleva segundos o minutos, mientras que antes eran meses o años de trabajo experimental”, explica este científico, quien aclara que para que esto sea posible ha sido fundamental el acceso abierto a los modelos de proteínas y al código del software usado tanto por David Baker como por Demis Hassabis y John Jumper.

Predicción de AlphaFold de la estructura de la vitelogenina, una proteína esencial para todos los animales que ponen huevos.
Predicción de AlphaFold de la estructura de la vitelogenina, una proteína esencial para todos los animales que ponen huevos.DEEPMIND

Esta transparencia con la comunidad científica fue la seña de las dos primeras versiones de AlphaFold, que llevó en solo dos años consiguieron predecir la estructura de 200 millones de proteínas; cuando en los 60 años anteriores solo se había determinado la forma en 3D de unas 200.000 proteínas. Sin embargo, AlphaFold3 ha generado una cierta controversia porque su acceso gratuito es limitado para los investigadores y su código no está disponible. La gran novedad de la tercera versión de esta IA es que ahora permite predecir también las interacciones entre las proteínas y el resto de moléculas esenciales de la vida. Esto permitirá acelerar el desarrollo de nuevos medicamentos, pero ya no es algo que está a libre disposición de la comunidad científica.

Para Alfonso Valencia, director de Ciencias de la Vida en el Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona (BSC) el Nobel de Química 2024 “reconoce lo que se ha convertido en el avance más significativo de la inteligencia artificial. Los métodos implementados por Demis Hassabis y John Jumper para la predicción de la estructura de proteínas a partir de su secuencia se han convertido en un recurso imprescindible en biotecnología y biomedicina”. Valencia ha explicado, en declaraciones a SMC España, que una diferencia fundamental entre AlphaFold y otras populares herramientas de IA, como por ejemplo ChatGTP y sus respuestas no demasiado fiables, “es que estas predicciones de estructura [de las proteínas] vienen acompañadas de un índice de confianza en la calidad del resultado”.

Márquez recuerda que, “a pesar del alto grado de fiabilidad de AlphaFold al predecir la estructura del 80% de proteínas, hay algunos tipos de ellas con las que es mucho menos fiable”. Además, este investigador recuerda otra limitación fundamental de estas herramientas de IA que usan redes neuronales: “Son muy hábiles encontrando patrones, pero no nos explican cómo lo hacen. Así que para nosotros es un avance brutal tener predicciones fiables de las estructuras, y tan rápido, pero seguimos sin entender por qué las proteínas se pliegan de esa manera y no de otra”.

El galardón está dotado con 11 millones de coronas suecas, unos 950.000 euros. Tras los galardones de Medicina y de Física, conocidos el lunes y el martes, con el de Química continúa la ronda de anuncios, que culminará el jueves con el de Literatura y el viernes con el de la Paz. En 2023, los premiados fueron el francés Moungi Bawendi, el estadounidense Louis E. Brus y el ruso Alexei Ekimov, por el descubrimiento de los puntos cuánticos.

Desde 1901, el Premio Nobel de Química se ha otorgado 116 veces y ha quedado desierto en ocho ocasiones —la última, en 1942—. Como este premio puede ser compartido cada año entre hasta tres laureados, un total de 195 personas lo han recibido. Solo ocho de ellas son mujeres: la primera fue Marie Curie, en 1911; y la última, Carolyn Bertozzi, en 2022. Y únicamente han ganado dos veces el Nobel de Química los científicos Frederick Sanger (en 1958 y 1980) y Barry Sharpless (en 2001 y 2022).