IN MEMORIAM (Periódico el día 29 agosto2012)
Yayo, en el recuerdo
CORRÍAN los últimos años de la década de los setenta del
pasado siglo cuando aparecía Yayo en la ciudad de Maturín, capital del Estado Monagas. Sebastián Eladio Acosta Febles, que este es su nombre completo, que significó mucho en nuestra vida por aquellos memorables tiempos signados por hechos dolorosos y tragedias que marcaron nuestra existencia para siempre.
Con Yayo fuimos autores de la remodelación de dos edificios en esa ciudad que nombramos, convirtiendo unas construcciones en estado avanzado para oficinas y apartamentos en unos modernos hoteles (Uno de ellos lo llegamos a inaugurar). Yayo era el encargado de resolver los problemas técnicos de las construcciones y nosotros de adecuarlas para convertirlas en supuestamente lujosos hoteles, por aquellos tiempos inexistentes en la citada ciudad. Él era un técnico que había seguido en Tenerife los estudios de aparejador.
Nos hicimos amigos. Su procedencia era de la isla de El Hierro; estaba emparentado con nuestros amigos propietarios de gan empresa Fervenca, Emilio Hernández y Agustín González, con quienes compartíamos inquietudes cultivando su amistad.
De carácter afable y siempre sonriente, Yayo era un serio profesional muy capacitado, como nos demostró en toda la labor que realizamos conjuntamente tanto en el gabinete como al pie de obra.
Con un "carro" Mercedes tipo deportivo de dos puertas, era la admiración de Maturín, pues no había otro igual por aquel entonces acá. En ese vehículo llegaba a nuestra casa a lo que llamábamos “una caimanera”, jugando al futbol en un recinto, con sus porterías y todo, que habíamos improvisado allí, en el “fondo” de la misma, hasta con focos luminosos para poder jugar por la noche. Eran preludios de suculentas parrilladas aderezadas con los recuerdos de nuestras andanzas por tierras de Canarias, donde siempre Yayo ponía la nota de ingenio y humor de lo que hacia siempre gala con su característica simpatía.
Nuestra amistad fue creciendo y tuvimos con disgusto que aceptar su marcha de vuelta de vuelta a Tenerife poco tiempo después.
Lejos queda el recuerdo de sus virtudes como experto cocinero de las típicas comidas canarias, como testimonio de las cuales tenemos que traer a colación una especie de “ropa vieja” que preparó uno de esos lejanos días, en el apartamento que tenía Agustín en uno de los edificios de la señalada Fervenca, donde pasamos agradables encuentros complementados con nuestras partidas de envite canario, en lo cuál también yayo era un experto.
En una esquina de la calle Jesús Nazareno, de Santa Cruz de Tenerife, cerca de su vivienda, hace ya algún tiempo, dialogamos con Yayo recordando todos estos pasajes y nuestras últimas actividades. Fue la última vez, que pudimos disfrutar de su alegre charla, hoy para nosotros un recuerdo imperecedero de una sencilla amistad con un hombre bueno, al que justo que dediquemos estas sentidas líneas. Seguro que descansará en paz.
Antonio Pedro Tejera Reyes