Blog del Profesor.: Florencio Bethencourt González.
e-mail.: florencio.bethencourt@gmail.com
Este blog pretende ser un elemento de uso educativo, en el amplio sentido de la palabra y sin ningún animo de lucro.
Cuando Fernanda Pozo Carreño (Bullas, Murcia 1922) comenzó sus estudios universitarios en el año 41 del siglo pasado, la Universidad de Murcia era apenas un edificio… Durante la década de los cuarenta, aquella universidad recoleta y casi familiar, estaba reducida al Campus de la Merced, en el que sólo existía el edificio de la Facultad de Derecho y, posteriormente, el entonces flamante inmueble que acogió, aquel mismo año, la Facultad de Ciencias.
A sus 94 años, cumplirá 95 en enero, Fernanda Pozo, ha logrado, por fin, que se reconozca su esfuerzo. “Pensaba haberme licenciado mucho antes”, bromea. En silla de ruedas, aquejada de vértigos y de falta de audición, es su nieta, Fernanda Tirado, de 28 años, quien nos atiende.
Javier San Martín (JSM) Fernanda, has heredado el nombre de tu abuela, ¿y algo más? ¿Te has dedicado a la ciencia?
Fernanda Tirado (FT) ¡En absoluto! ¡Se me dan fatal! Yo siempre he tenido bastante claro que lo mío eran las letras. Estudie traducción e interpretación con especialidad en inglés.
A pesar de no haber elegido la misma rama de conocimiento, abuela y nieta tienen algo más en común. Aquel año de 1941, cuando Fernanda Pozo, la abuela, comenzó sus estudios, coincidió con la puesta en marcha la facultad de Ciencias de la Universidad de Murcia. Fernanda Tirado, la nieta, también pertenece a la primera promoción de su especialidad, pero además, ambas cursaron sus asignaturas entre los mismos muros, porque lo que entonces era la facultad de ciencias, es hoy, en aulario de la de letras.
La transformación ha llegado también a otros lugares de la universidad. Lo que en los años 50 era un colegio mayor, en el siglo XXI se ha transformado en la Biblioteca de Humanidades Antonio de Nebrija, aunque cuando se camina por dentro, pero sobre todo en su fachada, se nota que antaño tuvo otros usos.
(JSM) ¿Y alguien más en la familia se ha dedicado a la ciencia?
(FT) Mi madre, que es hija de mi abuela, estudió magisterio con especialidad en matemáticas y es profesora.
(JSM) ¿Os animaba Fernanda a estudiar?
(FT) Mi abuela siempre decía que estudiásemos lo que quisiéramos, lo que fuera, pero que había que estudiar algo porque nunca se sabe las vueltas que puede dar la vida.
(JSM) ¿Cómo fue su paso por la universidad?
(FT) Intuyo que se lo pasó muy bien, porque cuenta que fueron unos años muy felices, así que creo que supo disfrutarlos. Mi bisabuelo era muy moderno para su tiempo, no creía que las mujeres tuvieran que ser dependientes del hombre, ni que tuvieran que quedarse en casa. Mi abuela fue a la universidad porque era una mujer bastante libre, que salía y socializaba bastante.
(JSM) ¿Era la única mujer en la universidad?
(FT) No. Tuvo otras cuatro compañeras en su misma carrera que eran las únicas mujeres de la facultad.
(JSM) Creo que tiene un especial buen recuerdo de un profesor…
(FT) Ella siempre dice que tuvo un cuadro de profesores “espléndidos”, pero especialmente se acuerda de Loustau. José Loustau había sido rector de la Universidad de Murcia hasta poco antes de que mi abuela empezara los estudios. Era un eminente biólogo que ocupo la cátedra de Mineralogía y Botánica y estuvo al frente de la universidad, casi ininterrumpidamente, desde 1916 hasta la Guerra Civil. Hoy tiene un edificio y un museo a su nombre. Según dice mi abuela, Loustau era un ser excepcional, muy humano y un gran profesor, algo fuera de serie.
(JSM) Y alguna pesadilla universitaria…
(FT) Creo que el que no pudiera terminar la carrera tuvo que ver con eso… con que al profesor de química orgánica no le hacía mucha gracia ver mujeres en la universidad. Ella cree que fue una manía…
Licenciada 75 años después
(JSM) Solo le faltó esa asignatura para acabar la carrera…
(FT) Así es.
(JSM) ¿Crees que hubiera seguido estudiando de haber aprobado en aquel momento?
(FT) Seguramente. Ella siempre dice que no ha hecho más que estudiar desde los once años, que todos tenemos que aprender y que a ella le gustaba estudiar y saber cosas… También repite que si tienes ganas de aprender no hay barreras.
(JSM) ¿Alguna vez te ha contado por qué eligió química?
(FT) No, pero desde que yo la recuerdo, siempre la visto mezclando líquidos para ver que reacción ocurría… juntar esto y lo otro… la química era su carrera.
(JSM) Conseguir que a tu abuela le reconozcan los estudios que realizó hace 75 años, y por tanto, tener acceso a un título universitario oficial ha debido ser una pequeña odisea para ti…
(FT) En realidad la odisea ha sido para las secretarias de la Facultad de Química. Cuando les conté la historia, se volcaron desde el principio con la causa. Nos llamaban de vez en cuando para pedirnos los papeles que se necesitaban…
(JSM) Supongo que os habrá tocado buscar entre documentos bastante antiguos…
(FT) Sí. El primer inconveniente fue que el expediente académico de mi abuela es un expediente histórico, no está digitalizado, ni se puede buscar en un ordenador, y tuvieron que indagar en un archivo de la sección de químicas de la Facultad de Ciencias para poder solicitar la compensación al rectorado. En verano nos llegó la carta del rectorado de la Universidad diciendo que le iban a conceder la licenciatura.
(JSM) ¿Ella sabía algo de todo esto?
(FT) Le preguntamos, al principio, si estaba interesada, pero no le dijimos todo porque no sabíamos si íbamos a poder conseguirlo.
(JSM) Además de los problemas para localizar determinados papeles, ¿os habéis encontrado con otras dificultades?
(FT) Bueno, cuando creíamos que ya lo teníamos todo, desde Madrid nos pidieron una fe de vida. Parece ser que no se creían que una mujer pudiera solicitar un título universitario con 94 años.
Ganas de aprender
(JSM) ¿Cómo os ha transmitido esas ganas por aprender de las que hablaba tu abuela el día que le entregaron su título?
(FT) Tanto mi abuela como su hermana leen mucho. Es algo que siempre me ha llamado la atención. Siempre les ha gustado leer, estar informadas. En su casa siempre hay periódicos, revistas… y siempre nos ha preguntado por la forma de hacer recetas de cocina, pero lo curioso es que lo hacía de un modo especial. Aquí en Murcia siempre decimos una pizca de esto, una pizca de aquello, sin embargo, para mi abuela nunca era una pizca, sino tantos gramos.
(JSM) Dices que le gusta leer, ¿qué lee?
(FT) Sobre todo novela.
(JSM) ¿De qué temas?
(FT) Lee de todo, excepto de lo que trata de la guerra.
(JSM) Ahora que tiene el título, le habéis animado a que siga estudiando algo más, un máster, o algo así…
(FT) (Carcajadas) No. Le hemos dicho que se vaya de Erasmus…
(JSM) Solemos tener la tentación con las personas mayores de pedirles que nos haga un resumen de su vida, que nos dejen una lección que podamos aplicar a nuestra existencia. ¿Qué dirías que has aprendido de tu abuela?
(FT) Que hay que intentar siempre ser feliz. (Fernanda hace una pausa) Parece fácil, pero muchas personas no lo tienen en cuenta. Yo siempre he visto en mi abuela a una persona que ha intentado transmitir felicidad y ser feliz.
Sobre los autores
Esta entrevista ha sido realizada por Javier San Martín@SanMartinFJ e Izaskun Lekuona@IzaskunLekuona y es una colaboración de Activa Tu Neurona@ACTIVATUNEURONA con el blog Mujeres con Ciencia.
El Comité de los Premios Nobel ha decidido otorgar el galardón de Fisiología o Medicina de 2019 a William G. Kaelin Jr, Sir Peter J. Ratcliffe y Gregg L. Semenza por sus hallazgos sobre los mecanismos por los que las células perciben y se adaptan a la disponibilidad de oxígeno. Sus trabajos han allanado el camino para nuevas y prometedoras estrategias contra la anemia, el cáncer y muchas otras enfermedades.
De dónde venimos y hacia dónde vamos. Son preguntas fundamentales sobre nuestra existencia que puede hacer un niño pero cuya respuesta es tan compleja que bien merece un Nobel. Tres famosos astrofísicos han sido galardonados este martes por la Real Academia de las Ciencias sueca por sus impresionantes avances en el intento de contestarlas. El canadiense James Peebles, que recibe la mitad del premio, ha sido reconocido por contarnos la evolución del universo desde el Big Bang hasta el presente, arrojando luz sobre la misteriosa composición del cosmos. Por su parte, los suizos Michel Mayor y Didier Queloz, que comparten la otra mitad, fueron los primeros en encontrar un planeta extrasolar orbitando una estrella, en octubre de 1995. Desde entonces, la «caza» de mundos en otros sistemas, exoplanetas, ha sido imparable: Ahora ya se conocen 4.000. Y quizás alguno de ellos pueda ser habitable.
Según el Instituto Karolinska de Estocolmo, las ideas de Peebles (Winnipeg, Canadá, 1935) fueron decisivas para transformar la cosmología en los últimos cincuenta años, abandonando la especulación y recurriendo solamente a observaciones y medidas para conocer el cosmos. «Su marco teórico, desarrollado durante dos décadas, es la base de nuestra comprensión moderna de la historia del universo», resumió la academia.
Profesor de la Universidad de Princeton (EE.UU.), Peebles identificó la radiación residual dejada por el Big Bang hace casi 14.000 millones de años. Codificados en ella, están ocultos muchos de los secretos de esa gran explosión. Sus cálculos también nos muestran un universo en el que solo se conoce el cinco por ciento de su contenido, la materia de la que están hechas las estrellas, los planetas o nosotros mismos. El resto, el 95 por ciento, es materia oscura y energía oscura, por ahora desconocidas y un auténtico desafío para la física moderna.
Hace medio siglo, la estadounidense Karen Uhlenbeck, por entonces una joven y prometedora matemática, se puso a buscar un empleo, tras dos breves trabajos temporales como profesora en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y en la Universidad de Berkeley. “Me dijeron que nadie contrataba a mujeres, porque las mujeres debían estar en casa y tener bebés”, recordó en un libro en 1997. Hoy, la Academia de Ciencias y Letras de Noruega ha decidido conceder a Uhlenbeck el Premio Abel 2019, dotado con unos 600.000 euros y considerado el Nobel de las matemáticas.
Llevamos en el bolsillo el último Nobel de Química. La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha premiado este año a los «padres» de las baterías de ion-litio recargables, presentes en cualquier dispositivo inalámbrico actual, desde los teléfonos móviles a los ordenadores portátiles que utilizamos a diario. El estadounidense John B. Goodenough, el británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino impulsaron la creación de una batería potente y ligera que, como explican desde Estocolmo, puede hacer posible «un mundo libre de combustibles fósiles». El motivo es que se utiliza para todo, desde alimentar automóviles eléctricos hasta almacenar energía de fuentes renovables, como la solar y la eólica.
Como muchos ingenios, este también surgió de la necesidad. En plena crisis del petróleo en la década de 1970, el gigante Exxon decidió diversificar sus actividades. En una importante inversión en investigación básica, reclutó a algunos de los científicos más importantes de la época en el campo de la energía, dándoles la libertad de hacer casi lo que quisieran. Y ahí estaba Whittingham. El actual profesor de la Universidad Estatal de Nueva York comenzó a investigar sobre superconductores y descubrió un material extremadamente rico en energía, que utilizó para crear un cátodo innovador en una batería de litio. Estaba hecho de disulfuro de titanio que, a nivel molecular, tiene espacios que pueden intercalar iones de Litio.
El ánodo de la batería contenía parcialmente litio metálico y era potente, más de dos voltios. Sin embargo, el litio metálico es reactivo y la batería era demasiado explosiva para ser viable. Los bomberos tuvieron que apagar varios incendios y finalmente amenazaron con hacer que el laboratorio pagara los productos químicos especiales utilizados para extinguir el fuego ocasionado por el litio.
Para hacer la batería más segura, Whittingham realizó algunos cambios y el artefacto comenzó a fabricarse a pequeña escala para un relojero suizo que quería usarla en relojes con energía solar. El siguiente objetivo era poder alimentar un automóvil. Sin embargo, el precio del petróleo cayó drásticamente a principios de la década de 1980 y Exxon necesitaba hacer recortes. El trabajo de desarrollo se suspendió y la tecnología fue licenciada a tres compañías en tres partes diferentes del mundo.